” – Mamiii, ¿Qué haces? – Me pregunta Nachete desde el pasillo.
– Nada, no hago nada– Le contesto desde el sofá, con mi voz melancólica de estos últimos días.
– Mami, ¿estas triste? – Pregunta asomándose por la puerta del comedor.
– Buenoooo- contesto yo sin querer dar explicaciones.
– Ay Mami– Proclama viniendo hacia mi- Necesitas “un poquito de Nacho”- Me dice dándome un fuerte abrazo y comiéndome a besos”.
Ese es el momento en el que mis ojos se llenan de lagrimas y me emociono por ser la madre de este bichejo que tanto me saca de mis casillas, pero que tiene un corazón de oro.
Y es que es verdad, a veces necesito de los demás, y mi hijo pequeño, sin yo decirle nada, se dio cuenta de lo mucho que necesitaba en ese momento que me dieran mimitos, como yo se los doy a él todas las mañanas cuando se levanta.
Porque muchas veces pretendo que los demás adivinen lo que me sucede, lo que quiero y sobre todo lo que necesito. Son esos momentos en los que mis relaciones se convierten en “relaciones de bola de cristal” en las que los que me rodean se tienen que convertir en adivinos, brujos y hasta magos.
¿Por qué nos cuesta tanto pedir lo que necesitamos? Poco a poco he ido tomando conciencia de como mi dificultad para pedir lo que verdaderamente necesito es proporcional a las expectativas que tengo de que los demás se den cuenta y me lo den sin yo pedírselo.
Me encanta que reconozcan mi trabajo, eso sí, pocas veces pido opinión, me encantaría quedar a tomar algo con una amiga, pero no la llamo para proponérselo, necesito sentirme querida, y no soy capaz de pedir un abrazo, me siento agotada y necesito que me ayuden en la casa, y despotrico mientras paso el aspirador, a ver si se dan cuenta y me echan una mano, y en ocasiones, necesito que me ayuden, porque yo sola no puedo, y es ahí cuando mas me cuesta pedir, tal vez porque mi ego o mi orgullo me lo impide.
Y ese es el momento en el que inconscientemente debo pensar que los de mi alrededor tienen o deben tener un radar especial para detectar lo que quiero, lo que necesito, exijo que sean adivinos, que miren en su bola de cristal, porque si no lo hacen, además, soy capaz de victimizarme : ¿Cómo no se dan cuenta? ¿Cómo es posible?
Claro que, la primera incógnita de esta ecuación es saber que es lo que realmente necesito y la segunda ser capaz de pedirlo, entonces….
Porque muchas veces ni siquiera yo se lo que necesito, lo que realmente necesito, porque eso supone estar muy conectados con nuestro interior, conocer bien nuestras respuestas emocionales, saber escuchar no solo a mi mente sino también a mi cuerpo, parar, respirar y hacernos preguntas ¿Qué me esta pasando?, ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué necesidad no estoy satisfaciendo? Y por último preguntarse ¿Cómo puedo satisfacer esta necesidad?
Y para esto, a mi me funciona parar, respirar, cerrar los ojos y dejarme sentir, tristeza, angustia, ira, miedo, e incluso coger papel y bolígrafo, y dejar que sea mi mano la que dirija todo lo que vaya saliendo, sin censura, sin control, sin juicio, sin orden, hasta que salga la respuesta.
Porque una vez tenga la respuesta, tengo que resolver la segunda parte de la ecuación, la de pedir aquello que realmente necesito, sin dejarme llevar por el miedo a la respuesta que puedan tener los otros, sin dejarme llevar por la sensación de parecer débil, sin dejarme llevar por experiencias pasadas que puedan haber generado en mi la creencia de “Superwoman”, yo sola puedo, yo no necesito a nadie, yo soy capaz.
Porque a veces necesito un poquito de Nacho, y otras un poquito de Sergio, Toni, Begoña…y otras veces necesito un poquito de mí, de quererme, de respetarme, de mimarme y de dejar que sean los demás los que me quieran, me mimen y me ayuden, porque es verdad, tengo que reconocer que a veces, YO SOLA NO PUEDO.